jueves, 4 de diciembre de 2014

¿A TONO CON LA SUPERFICIALIDAD DEL MUNDO?



A propósito de la expresión "SALVAR EL ALMA" quiero aclarar que significa salvar a todo el hombre. Porque últimamente se ha dado en "descalificar" esa expresión tan evangélica. Los que pretenden reducir la religión a puro horizontalismo (pura promoción humana, socio-eco­nómica, etc.) critican esta expresión de "salvar el alma" como si fuera alienante, como algo que no debe usarse más, porque lo que interesa es el hombre. Perfectamente, nadie lo niega. Pero ¿de que servirá ha­cer feliz el cuerpo si no hay preocupación por hacer eternamente feliz el alma? No me voy a salvar si no me preocupo también, y no sólo, ni si­quiera principalmente, por la materialidad de mis hermanos. El procu­rar a alguien los bienes terrenos y no preocuparse del bien de su al­ma, es traicionar al hermano. En síntesis, salvada el alma está salvado todo el hombre. Y no —por lo menos no siempre —a la inversa.

Al empezar este NUEVO AÑO LITURGICO reflexionemos en se­rio. El negocio más importante de nuestra vida es nuestra eterna salva­ción. Mi obligación de Padre y Pastor, es recordar a todos, permanen­temente, estas cosas. No me voy a salvar olvidándome de los demás. Pero tampoco me voy a salvar si por preocuparme por los demás no atiendo a mis obligaciones fundamentales de santificarme, de velar por las necesidades de mi alma. No quiero exponer mi alma de Obispo — y tengo una sola— a la condenación por no haber hablado, o por ca­llar, porque haya muchos que no quieren escuchar estas cosas. No me interesa ser más simpático, menos discutido y menos resistido, o ser más "potable" siendo más complaciente (¿traidor?) y más "a tono" con la superficialidad del mundo, que exigente con el Evangelio en la mano.
(De "Aterrizados en el desparaíso", en Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 150-151)

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